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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Escribir los ojos de la muerte. Un texto sobre un texto, un rezo, un canto. (Sobre Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Magela Baudoin)

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  Nunca antes había leído así a Magela Baudoin. *** Comencé Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (Plural, 2021) en un día de sol, transitando el camino a ver el mar, sintiendo mucho calor, humedad y un nudo que me oprimía el pecho. Venía de varias semanas sin poder abrir un libro porque las cosas prácticas y terrenales de la vida, como mudarse de país, conseguir una casa o inscribirse a un sistema nacional de impuestos, me tenían alerta, sin poder dormir ni ocuparme de cosas verdaderamente importantes como leer. * Como quien toma una medicina que sabe que le hará bien, me obligué a entrar a la primera historia de este libro: “Solo vuelo en tu caída”. Hasta ahora, momento en que escribo estas líneas, no consigo entender qué es lo que hizo Magela o cómo me golpeó con este cuento. Es cierto, acabo de dejar a mi familia y mis hermanos son sencillamente lo más importante que tengo, pero aun racionalizando aquello, no puedo identificar las gotas en la inconmensurable profundidad de

“Una lengua como nieve encima del vulcán dormido” (Sobre Panza de burro, de Andrea Abreu)

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      “Al principio nos estregábamos poquitas veces, más escondidas. Pero luego, cuando nos enteramos de que el vulcán podía explotar, empezamos a estregarnos más fuerte, más veces. Y hablábamos sobre estregarnos todo el día. Total, si nos íbamos a morir, lo mejor era estregarse lo máximo posible.” ¿Nos acordamos lo que es la infancia? En nuestras vulnerables memorias, ¿qué nos queda de la época en la que éramos niñas?, ¿qué de cuando cruzábamos la frontera hacia el otro lado?; a esa época incierta de paso ¿le decimos pubertad, pre adolescencia, adolescencia? ¿qué?   Muchas veces s iento que cuando el feminismo habla de la infancia carga con una deuda, porque suele referirse solo a la violencia y no a los cuerpos o las libertades. Hablo de las niñas, porque, por supuesto, no pasa lo mismo con los niños. Los niños juegan a conquistar el mundo con sus cuerpos y luego los hombres también. Hemos sacralizado este periodo de la vida al punto de substraerle la autonomí