Mujeres que escriben. Literatura y feminismo.
Mujeres que construyen
casas, mujeres que cocinan, mujeres que nadan, mujeres que escriben. La
escritura es un trabajo como muchos otros que exige esfuerzos, formación,
alcance de resultados, oferta de bienes y servicios y un pago. Pero también
como cualquier oficio está atravesado por el machismo que se hace tangible en
muchos aspectos como la brecha salarial, la violencia y la discriminación.
El pasado domingo 3 de
junio en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz se llevó a cabo el
conversatorio Mujeres que escriben.
Literatura y feminismo organizado por Centro de Investigaciones Sociales
CIS. En testera me acompañaron las escritoras y feministas Fabiola Morales,
Liliana Colanzi y Magela Baudoin, y también fueron convocadas a participar
Patricia Gutiérez, Antonia Alemán, Lucía Carvalho, Marcia Medieta, Melissa
Sauma y Valeria Sandi.
En 1929, Virginia Woolf
escribió Una habitación propia, un texto
importante para las feministas, pero especialmente para las escritoras. La idea
central es bastante sencilla y si la llevamos a nuestros tiempos, hasta
pareciera obvia: "una mujer debe tener dinero y una habitación propia
para poder escribir novelas".
Lo cierto es que desde ese entonces las
cosas no han cambiado tanto, no todas las escritoras tienen el privilegio de
tener el dinero y el espacio para pensar y crear, y esa habitación propia se ha
cargado de más significados; de modo que la pregunta que gatilló la conversación
fue: ¿cuál
sería hoy en día esa habitación propia que las mujeres necesitamos para
escribir? Fabiola Morales enfatizó el hecho de que todavía somos invisibilizadas
en lo formal del lenguaje y que aunque ya alcanzamos los derechos que Woolf se imaginaba,
nos falta el reconocimiento de igualdad por parte de la otra mitad.
En el mundo, ser mujer
es un factor de vulnerabilidad al que se le pueden ir sumando otros como la
pobreza, la homosexualidad o la etnicidad. Si la literatura es un oficio duro,
al agregarle factores de vulnerabilidad se complejiza aún más. El feminismo es
una posición política universal y cabe preguntarse el papel que juega en el
mundo literario o viceversa. ¿Cuánta más responsabilidad tenemos los escritores
frente a la creación de discursos políticos y activos frente a la sociedad?
Hace poco la escritora
Claudia Piñeiro, invitada a inaugurar la FIL de Buenos Aires, se cuestionaba
sobre el rol finalmente ontológico de los escritores de nombrar realidades desde
distintos puntos de vista. “¿Qué se espera de un escritor?”, preguntaba Piñeiro
que también reveló un dato no menor, en 44 versiones de este gran evento
literario solo cuatro mujeres, incluyéndola, habían sido escogidas para dar el
discurso de inauguración.
¿Cómo sería si nosotros
hacemos nuestros propios números? En una sola mirada a esta FIL Santa Cruz
todavía se pueden ver muchas mesas de debate y discusión formadas solo por
hombres, todavía los títulos escritos ellos son de una mayoría avasalladora, todavía
se resalta la participación de escritoras como una especie de exotismo y todavía
se organizan lecturas solo de mujeres, como si fuera una sub categoría más
dentro de la literatura que debe tener sus propios lectores y seguidores.
Otro
aspecto importante es que el oficio de la escritura implica una vida pública
que para las mujeres suele derivar en la violencia. Liliana Colanzi reflexionó
sobre las mujeres columnistas a propósito de las posturas políticas y la
visibilidad social: “Las columnas de los
periódicos son los espacios donde el ciudadano da su opinión, si ustedes abren
los periódicos un día cualquiera, se van a dar cuenta que el número de
columnistas mujeres es inferior al 10%. Y tiene también que ver con un refuerzo
cultural, una cuestión sistemática de la asignación de lo público a los
hombres.”
Entonces, ¿qué
condiciones son necesarias para la creación de una obra de arte?, ¿cuál es el
precio de ser escritora? Por su parte, Magela Baudoin resaltó que las mujeres
tienen que trabajar hasta el triple para validarse, que llegar a ocupar
espacios es el fruto de duras batallas que conllevan un cansancio enorme y que
quizá sea esta una razón de peso para explicar la ausencia de las mujeres en
roles políticos o públicos.
Finalmente,
la habitación
propia de estos tiempos será la paga igualitaria, el acceso a la formación y a
los libros, la garantía de llevar una vida pública sin violencia, el dejar de
ser consideradas un subproducto, el poder tener relaciones personales
(maternidad, pareja, etc.) que no impliquen una renuncia de lo profesional o un
coste doble de esfuerzo y muchas más cosas que sin duda hay que seguir
discutiendo.
Comentarios