Mónica Velásquez, la máquina de pensamiento
Un
texto sobre el libro Un presente abierto las 24 horas de Mónica
Velásquez Guzmán
No, Mónica, no estoy en
La Paz, pero te juro que (leyéndote) acabamos de salir a caminar juntas. Bajamos
desde la 6 de Agosto, le dimos una vuelta díscola a la plaza de la Chola
Globalizada para llegar a sentarnos en ese café donde conversamos tanto aquella
vez. Te hice mil preguntas, te reíste, me reí.
Te dije que hace años intento
ser la lectora a la que le escribes. Pienso que lo fui con La sed de donde
bebes o Abdicar de lucidez, donde estudié cada uno de tus
movimientos poéticos. Con Tres citas impuntuales, tiempo, poesía y falta
(libro escrito con Fernando van de Wyngard y María Soledad Quiroga)
donde agradecí el acto de pensar la poesía (algo que por lo general los poetas
no hacen, ojo con el masculino) y no reducirla al festivaleo de los recitales. Y
ahora, en este presente que es cada uno de los tiempos verbales que nos
ofrece nuestra lengua.
Un presente abierto las
24 horas acaba de salir con Mantis, editorial boliviana
dedicada a la publicación de escritoras narradoras y que en un gesto
poético/político se mueve hacia la vastedad de un territorio inclasificable. El
libro es un cruce atractivo entre ensayo filosófico, análisis político, crítica
literaria, ficción poética, poesía narrativa, ymásblabla.
En este gesto/libro, Mónica
Velásquez Guzmán nos sitúa en su cuadra, en el café de la esquina, en su cama, en
un escenario teatral, en la producción narrativa latina del siglo 21, en los
productos estéticos, en los parámetros letigimadores de la literatura y; a
manera de ensueño (como quien no quiere pero sabe muy bien lo que hace) agita y se concentra en los temas (lenguaje)
urgentes.
La primera vez que te
llamé, Moni, tuve que marcar al teléfono fijo de tu casa porque no tenías
celular, era el 2017.
Esta postura de vida, de
mantenerse alejada de la hiperconectividad tecnológica, desembocó en este presente,
desenmarañando una red de búsquedas políticas y literarias. Ella le escribe a
un “alguien-autor” y firma lo que escribe como “alguien-lectora”, intuyo que es
porque la Mónica profesora nos quiere mostrar que la mejor forma de escribir es
leer; y viceversa.
Y es que la mente
velasquiana es una máquina pensadora. Qué importante es leer a una Mónica
crítica (Ludmer) que no deja de ser una poeta pensando la poesía. Que no deja
de ser académica que reescribe lo instituido desde un lugar político de
enunciación personal. Que no deja de ser una lectora poética y viva, de corazón
latido. Pensar también es vivir, en los conflictos del día a día y no desde las
alturas de un trono de intelectualismos encorsetados e inútiles. Cada detalle
de la interacción de Mónica con sus lectoras (y también con las autoras que
analiza) es deliciosa y propicia a su escritura incontables capas de espesor. En
este extraño libro, conversa con nosotras en la horizontalidad más
extravagante, un lujo que muy pocas de han dado.
Dudar de todo. Burlarse
de una misma. De las dudas reírse, de la risa surgir. Velásquez es esa
pensadora que no solo en forma (con detalles raros, guiños, cercanía afectiva)
pero también en fondo, nos enseña que la academia y el estudio de la literatura
nacen intrínsecos al contexto, a lo político, a lo humano y sus temas; y no al
revés. En Un presente abierto las 24 horas nos muestra sus redes de razonamiento
con una generosidad máxima, de quien no tiene miedo a compartir ni a sumergirse
en la colectividad: uno de los rasgos más anti masculinos que existe.
En nuestro paseo jugamos
a pensar que lo lúdico es consustancial al deseo y al cuerpo. Y el cuerpo está
en el centro de todo, lo sabés.
Se ha dicho que lo que
hace Un presente es trazar mapas, pero yo prefiero pensar que teje inquietudes,
que rastrea rizomas. Las referencias son infinitas. Mónica ha convocado a una
multitud a su espacio personal. Y ella no escribe solo para sus colegas
académicas, sino para todas y nos da herramientas: “Si buscas esto, acá hay
esto”, “si esto te preocupa, también está esto otro”.
La elección de sus temas
es política, porque para comenzar ¿qué no lo es?, y porque lo que convoca es la
relevancia vital, el relacionamiento contextual. La angustia frente a la vida y
al futuro, pero ¿qué es el futuro?. Mejor dirigir nuestros esfuerzos hacia otro
lado. Mejor pensar en cómo mejorar, no la existencia, pero aquello que sucede
dentro de nuestras cabezas cuando enfrentamos la existencia: el lenguaje.
Mónica, te juro también
que leyéndote te sentí romper todas las paredes, atravesar la materialidad de
la página, de la pantalla y con tu dedito me tocaste la nariz (y me la
robaste). Luego te vi revolcarte de angustia y con fiebre en tu cama, búscándole
la quinta pata a la gata y bajando pdfs que da miedo.
Se reflexiona sobre el quiebre
de fondo y forma en los textos que se analizan en este libro, pero de ello
también es modelo su propia escritura, que, al mismo tiempo de atravesar por
varios registros, explora el autocuestionamiento y se abre por completo a la
colectividad escritural. Así, por ejemplo, la autora-lectora sabe
dónde pone el femenino plural (porque hace patriarcado), dónde con la e
desaparece la binariedad y dónde deja el masculino bien posicionado a manera de
juicio.
Asimismo, objeta los
medios de circulación y asume el desafío de fundar nuevas costumbres lectoras. ¿Cómo
se lee ahora?, ¿cómo se edita?, ¿cómo funciona el mercado?; y si hablamos de
mercado, también de poder, y entonces, ¿quién tiene el poder? La autoría y lo
colectivo (que no se oponen), la máquina y el trabajo, el capitalismo, la
humanidad, el medio ambiente y el lenguaje con el que contamos. ¿Cómo hace un
ser humano para solo mirar el presente?, ¿cómo llegamos acá?, Mónica quiere
entender.
Entender la relación presente
entre lo tecnológico y la innovación de la máquina con el desastre
ambiental. La conexión entre el deseo,
los cuerpos, y nuestra posible tendencia a mutar a dispositivo o a planta o a
animal. ¿Cuál es nuestro cuerpo ahora? ¿Cómo nuestro cuerpo interactúa con los
nuevos cuerpos máquina? ¿En qué nos hemos convertido?
Quizá solo tenemos que
leer y escribir para comprender que un presente donde nos hacemos
preguntas es mejor que uno donde ya no hay vuelta atrás.
Y así, Móni, me siento a
escribir este meta texto sobre tu texto de que habla de otros textos. Es el
gesto actual, ¿verdad?, como Unsupervised esa obra de Refik Anadol de
inteligencia artificial que se exhibe ahora mismo en el MoMA. En una de las
paredes se ve la proyección de la interpretación y transformación, a tiempo
real, de la mezcla de cada una de las piezas expuestas en más de 200 años de
arte en ese museo. Tanta data generando continuamente obra nueva.
Finalmente, creo que,
aunque queramos intelectualizarlo todo, nomás escribimos para sanar y sí, Moni,
también para entender. Gracias por existir y llevarme de paseo. No digo más.
(Le doy send y en cuestión de segundos te llega mi lectura conmovida
al wasap).
Paola R. Senseve T.
Publicado originalmente en La Ramona.
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