Texto sobre Box, obra reunida de Ismael Velázquez Juárez
El
arma de Ismael
Escribir un poema es
como tallar un pedazo de madera, o quizá más apropiado sería decir un pedazo de
piedra, donde la mayoría del todo, estorba. Decidir pasarse la vida esculpiendo
piedras y asumir que la escritura es un trabajo donde el 90% de lo que hagas no
servirá, es tan solo el punto de partida.
Esto es algo que
terminé de comprender cuando llegué al primer libro que leí de Ismael Velázquez
Juárez: Lugares y no lugares para no caer muerto
en Richard Brautigan (2014). Instantáneamente me sentí
atraída hacia la simpleza con la que aborda el poder de decisión que te puede
llevar a la muerte. Sin dramas, pero con belleza, cotidianeidad, sin tantas
preguntas, solo una respuesta por delante y a ver qué pasa, como la vida misma.
Esa sencillez conceptual de la muerte, es también equivalente a la economía de
las palabras en la poesía de Ismael.
Este año, Ismael
Velázquez Juárez presenta BOX, un
libro de su poesía reunida entre los años 1985 y 2015. Se trata de una
selección del también poeta mexicano Jorge Posada para Luzzeta editores en
México. Esta singular obra poética, comienza con los poemas de ese primer libro
que leí de Ismael. Versos que son pequeñas cápsulas de historias contadas con desenfado desde la voz
madura de un hombre, un poeta que sin la necesidad de muchas palabras es un poderoso
narrador que me hizo re pensar a Joseph Brodsky: “…todo poema, trate sobre lo que se trate, es en sí mismo
un acto de amor, no tanto el que pueda sentir un autor por su asunto, sino el
amor que la lengua siente por un fragmento de realidad.”
Box continúa con la aparición
del trabajo visual de Ismael, para así irse intercalando a lo largo del libro
con sus otras publicaciones. Ser poeta
se trata básicamente de pretensiones. Pretender habilidad, pretender pasión,
pretender conocimiento, pretender tener buenas ideas, pretender escribir algo
que sobreviva al tiempo. Pocos poetas, quizá, los que más amo, dejan las
pretensiones y se internan en la búsqueda de una obra como si fuera un
laboratorio científico, donde tienes tu pequeña hipótesis, crees en ella y vas
jugando con distintas cosas para comprobarla. De hecho, no es casualidad que
muchos de estos artistas no hayan podido tener éxito en cada experimento, y
entonces la necesidad de una nueva hipótesis viene constantemente. Ismael
prueba con todo, la hoja en blanco, las fotografías, la tecnología, la poesía
visual, el arte contemporáneo. Y es que así es un poeta; porque un poeta no puede
tener límites.
En la escritura de un
poema hay una aguda tensión entre lo que deseas decir, lo que dices y la
certeza de que jamás serán lo mismo. Lo único que queda, son las
aproximaciones, sin embargo, intentar aproximarse es más que un trabajo de
lenguaje. Ismael es un poeta existencialista que plantea preguntas que luego
hacen eco en tu cabeza como solo lo logran las palabras más simples, las más
hermosas, las más desconcertantes.
La cotidianeidad es sin duda un espacio muy explorado en la literatura
en general, debe ser porque nadie sabe lo que es normal, porque el día a día
pasa sin treguas, adormeciéndonos al punto
necesitar a la poesía para despertarnos del letargo y ver, realmente ver. Son pequeñas
las cápsulas de historias poéticas que nos regala Ismael, que cuando llegan a nuestra
cabeza, se hacen películas, tal vez mudas, que pueden estar rodando el día
entero. Y al final es como quedarse en silencio masticando con los ojos dos o
tres palabras en apariencia inútiles, pero totalmente obsesivas.
Así, el trabajo de laboratorio ha continuado sin pausa en la obra de
Ismael y resulta evidente en Box porque este libro nos muestra su
trabajo a lo largo del tiempo. Un trabajo fundamentalmente poético en todos los
sentidos artísticos donde entran en juego los idiomas, las formas físicas, los
vacíos, las matemáticas. Las posibilidades lúdicas e interpretativas son
infinitas allí donde se han traspasado las barreras de lo convencional, ya esto
no los enseñarían grandes maestros como Oquendo de Amat o el maravilloso Juan
Luis Martínez: la poesía no se detiene en los limites de la palabra escrita.
Alguna vez Patty Smith dijo que ella quería escribir, pero sentía que al
acto de escribir le faltaba physicality. Me imagino que algo parecido
también piensa Ismael, que debe movilizarse alrededor de varios lenguajes para
encontrar un punto de comodidad con lo que busca decirnos. Patti pinta, dibuja,
canta, toca la guitarra; Ismael usa también el dibujo, la fotografía, los
colores, los objetos muertos, la música del silencio. Ambos son, básicamente,
poetas que transforman la materia.
Leyendo Box también tuve la impresión de que el viaje temporal
de Ismael es algo así como un camino hacia la brevedad. Todos son poemas cortos,
muy bien trabajados, bastante narrativos y que remiten a imágenes muy claras. Mientras
que mirando Box -las imágenes-, sentí lo contrario, la interpretación se
vuelve confusa, tienes que mirar bien, mirar de nuevo fuera y dentro de ti
mismo.
Al final Box, es la muestra perfecta de una obra reunida que es eso:
UNA OBRA, que pieza a pieza fue construyéndose a lo largo de los años, en los
que una sola idea giraba en la cabeza de Ismael Velázquez Juárez y luego a toda
velocidad salió disparando a objetos quietos y en movimiento para ser el arma
que siempre quiso ser.
Selecciones personal
girum
permanezca de pie sobre
una pequeña idea giratoria
luego
a toda velocidad
gire sin control
observe cómo sale disparado
en fragmentos
en proyectiles
sea el arma
que siempre
quiso ser
Lugares y
no lugares para no caer muerto en Richard Brautigan
algunos
amigos muertos
y yo
nos
reunimos
en esas
tardes de ocio
que abundan
en la muerte
y mientras
tomamos cerveza muerta
y escuchamos música muerta
nos
sentamos a mirar la vida
igual que
los vivos
miran la
televisión
Este texto fue publicado en Transtierros:
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