Texto sobre Temporarias, de Emma Villazón


“Lo audible más allá del silabario”



The fish replied: You must be a poet, a lady of evil luck desiring to be what you are not, longing to be what you can only visit” Verso de Anne Sexton, poeta a quien conocí gracias a Emma Villazón.

Y es queriendo ser aquello que solo puedo visitar, que me entrego a la lectura de Temporarias, un poemario que trabaja el trabajo de la palabra. Así, redundante. Hay algo referente al tiempo. Hay algo referente a la cosecha. Hay algo inherente a la imagen. Recorrer las páginas de este libro es ver más allá de los signos, porque su construcción poética remite directamente a la imagen. A lo visual y a otras experiencias sensoriales también: “¿solo sílabas?/ no, sobre todo lo audible más allá del silabario”.

En temporarias, además de esa maestría en el dominio del lenguaje, característica de Villazón, es posible percibir a distintas capas el mar de lecturas superpuestas de la autora. La poesía de Emma es un catalizador que nos muestra el universo de un ser humano que vivía por y para la literatura.

Una melancolía del diario, un suspiro de Macabea, una persona tocada levemente por fatal realidad: “entre ellos, una murmura inquieta sin nombre/ aplastada: y bien, seré la cazadora de latidos,/ una mosca que ronde por sudores como estrellas opacas”. Así, siento en Temporarias un poco de la tristeza soslayada de Clarice Lispector. Y por supuesto, no será una locura asociarla a la vanguardia de Hilda Mundy, objeto de estudio de la vida académica de Emma: “comer comer cifras esmog persuasión/ el rumor de unos ingenieros comerciales/ ordenando los razonables platos de nada/ para cada una: comer comer esto!!/ ahora!! más rápido!! y mañana un cerro!!/ comer comer colmena fiera/ y nunca engordar”

José Ignacio Padilla, peruano, académico y librero, en una entrevista con El Telégrafo ofrece una definición operativa y práctica del poema que pienso es ideal; él dice: “el poema es un artefacto que trabaja con el lenguaje y contra él”. Pues bien, en estos poemas se puede ver a Emma jugando con las palabras. Rompiendo el lenguaje, usándolo para destruir la imagen que teníamos de él: “subió la noche áspera escucha escucha/ es hora de tijeretear lenguaje/ con tu cuerpo de estrellas puntudas”.

Hay que resaltar que la poesía de Emma no es fácil, pero no lo digo como un desánimo, sino lo contrario. Se trata de una lectura que una vez finalizada, comienza a generar ecos que interpelan a nuevas visitas. Esto denota que el laborioso afán de la poeta, era descubrir qué se esconde bajo la capa de un lenguaje que en apariencia primera ya lo ha dado todo. Lo que Emma sabía es lo que quien se enfrenta a la primera página de Temporarias, está por descubrir. La ínfima variación, hace la más grande diferencia: “Tenía una cuadrícula de excel o un zorro en la cabeza” o “Quizá/ sea demasiado/ tarde  querida adverbia”

Emma Villazón es una elegante artesana del lenguaje. Ella hace con las palabras lo que una bordadora, la más hábil e intuitiva, haría con un tejido: “Hay rutilantes trenes túneles pantallas/ para mover tumultos/ que a unas horas emergen en brutos animales”.

Es así como Temporarias nos presenta al lenguaje como síntoma de una triada temática que llega a situarse en un importante (pero) segundo plano, porque a partir de él, la autora crea sensaciones que te refieren a lo laboral, a la mujer laboral, a la mujer extranjera laboral: “las mujeres lo saben o presumen pero siguen enjauladas/ y es sencillo sencillo las palabras no son cosas son nubes”.


La partida de Emma, hace algunos meses, significó un quiebre en mi vida; pero también marcó punto de no retorno en la poesía boliviana. Si no me creen, corran a conseguir Temporarias. 



*Este texto fue publicado en los siguientes medios:



El Deber


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